Más Allá del Cómic: El Auge de la Novela Gráfica

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Antes de hablar sobre la novela gráfica es fundamental mencionar que su existencia se debe por completo a los cómics más tradicionales y comerciales. Los artistas del cómic que desean recrear historias más adultas, elaboradas y profundas, se ven en la necesidad de acuñar un nuevo término que represente una cara más profesional, con un estilo más estético y literario, mejores acabados visuales, editoriales, dando como resultado la confección de genuinas piezas dignas de ser coleccionadas.

Es así como la novela gráfica presenta una interesante simbiosis entre los elementos existentes del cómic y los que se encuentran en la literatura y el cine de autor, otorgando una propuesta novedosa en aras de cautivar nuevos públicos y explorar mayor variedad en su narrativa y planteamiento visual. A su vez, el surgimiento de la novela gráfica proporciona una solución a una problemática latente en torno al cómic.

Para ilustrar mejor este punto me remito a un ejemplo:

Una obra que ejemplifica a la perfección la capacidad de la novela gráfica para abordar temas profundos y complejos es «Maus» de Art Spiegelman. Publicada en dos volúmenes entre 1986 y 1991, esta novela gráfica relata la historia del Holocausto a través del testimonio de Vladek Spiegelman, un judío polaco sobreviviente de Auschwitz, quien además es el padre del autor. Utilizando animales antropomórficos (los judíos son representados como ratones y los nazis como gatos), Spiegelman consigue una poderosa narrativa visual que enfatiza las tensiones raciales, la violencia sistémica y las secuelas emocionales del genocidio. La complejidad de «Maus» radica no solo en su narrativa histórica, sino también en su exploración de las relaciones familiares y el trauma intergeneracional. Gracias a su capacidad para abordar estos temas con seriedad y profundidad, «Maus» se convirtió en la primera novela gráfica en ganar un Premio Pulitzer en 1992, consolidando el potencial de este formato como un medio de expresión artístico y literario.

Portada de «Maus» (1986)
Fuente: bne.es

Otro ejemplo destacado es «Persépolis» (2000) de Marjane Satrapi, una autobiografía en formato de novela gráfica que narra la infancia y juventud de la autora en Irán durante y después de la revolución islámica. La obra utiliza un estilo visual en blanco y negro, simple pero altamente simbólico, para contar una historia cargada de tensión política, represión social y exilio. «Persépolis» logra retratar la complejidad cultural y política de Irán al mismo tiempo que explora temas universales como la identidad, la libertad y el crecimiento personal. Su impacto fue tal que se adaptó al cine en 2007, ganando reconocimiento internacional y confirmando el poder narrativo de las novelas gráficas.

Portada de «Persépolis» (2000)
Fuente: hislibris.com

Sin embargo, a pesar de tan notables reconocimientos y de ser identificados como «el noveno arte», los cómics rara vez han recibido la misma admiración que la literatura, el teatro o la pintura; además, muchos ven al cómic como un arte inferior, un divertimento para niños o un entretenimiento ligero para adultos, pues (y esto es mera especulación) su visión sobre el mismo se limita a las historietas de superhéroes, a las tiras cómicas de los periódicos o a las aventuras del manga.

Esta situación, lejos de ser un problema menor, ha representado un verdadero dolor de cabeza para los artistas que vemos en los cómics una herramienta versátil de comunicación llena de posibilidades que ningún otro medio puede ofrecer: permiten una visión más intimista de las situaciones que viñeta a viñeta se recrean, pero lo logran a un costo bastante menor a las producciones cinematográficas, consiguiendo así estar al alcance de cualquier persona.

De los primeros autores en percatarse de este inconveniente se encuentra Will Eisner (A Contract with God and Other Tenement Stories. 1978). Se afirma que Eisner fue de los primeros en usar la expresión «novela gráfica» como una forma de distinguir su trabajo de los tradicionales cómics comerciales y así elevar su estatus artístico. Esta resulta ser una maniobra lingüística inteligente ya que en la actualidad ambas obras están consideradas como piezas literarias de gran calado, precursoras de una nueva vertiente dentro del arte secuencial.

Portada de «A Contract with God and Other Tenement Stories» (1978)
Fuente: amazon.com

Desde entonces la novela gráfica se posiciona como un espacio generoso para nuevos talentos que desean dar rienda suelta a toda suerte de experimentaciones y desafíos narrativos sin precedentes: el límite de páginas desaparece, la libertad creativa en el uso de las convenciones propias del género aumenta, la innovación se hace protagonista, nuevos tópicos narrativos entran en escena. De pronto un universo nuevo de posibilidades se abre campo, liberándose de las restricciones de un medio que, aunque efectivo en lo comercial, es limitado en su propuesta.

Así pues, obras que primero surgieron en cómics de grapas ahora dan el salto a la novela gráfica como compilaciones para coleccionistas. Incluso existen cómics que, si bien se publican primero como cómics tradicionales, siempre dejaron clara sus intenciones de perdurar como novelas gráficas en toda regla. Tal es el caso de Watchmen (Moore, A et al. 1986-1987) una densa obra donde, sin temor, aborda delicados temas políticos de aquella actualidad de los ochentas, incrustada dentro de una narrativa fantástica, convulsa y dramáticamente parecida a la realidad.

Portada de «Watchmen» (1986)
Fuente: wikipedia.org – Cortesía shaddim

En la siguiente entrega ahondaremos sobre las características que le dan identidad a la novela gráfica y cómo sus guiones potencian su valor artístico y literario.


Referencias